jueves, 13 de diciembre de 2012

¿Mujercita? ¿Quién quiere ser mujercita?





Sé amable, aunque algunos te crean fácil. No hay peor hipocresía que hacerse la difícil para después consentir. Si se teme la mala interpretación de nuestros pensamientos, sentimientos o moral, con ser clara se superan las dudas. En cambio, la ficción siempre es confusa, genera la percepción en los demás de que somos volubles, de no saber lo que queremos, o de jugar con sus sentimientos, su tiempo y sus vidas.

Se digna, aunque te digan orgullosa. Nos han enseñado que el orgullo es un pecado, pero hay más virtud en él que en la falsa humildad.

Ríe: tímidamente, con media sonrisa, a boca llena, apenas insinuándolo, y también a carcajadas. La risa es una conducta típicamente humana. No hay razones para ahorrarla. Ni para regalarla cuando la situación no lo amerita: justamente porque es una conducta típicamente humana. De qué y cómo rías también te define.

Mira de frente, si no tiene nada que ocultar. Y siempre a los ojos. Las personas que se comunican lo hacen con los ojos revelados.

Sé tierna, y cada vez que sea necesario, sé flexible. La inflexibilidad es el refugio de los débiles de carácter. Quienes nos sentimos fuertes -y lo somos- sabemos cuándo es necesario condescender, e -incluso- regalar una victoria. Los fuertes no ganamos batallas a lo Pirro.

Sé alegre, y no temas por ello caer en la frivolidad: la alegría es un atributo de los inteligentes; la frivolidad de los superficiales. La alegría jamás es superficial; en cambio, la solemnidad no es más que frivolidad disfrazada de seriedad.

Conversa. Nadie conversa mejor que un conversador apasionado.  Nadie aburre más que quien se aburre a sí mismo. La mesura debería operar sólo sobre el propio pensamiento, para que lo que se diga no dañe innecesariamente a los otros. Si la conversación es generosa, es –necesariamente- abundante.

Sé dulce, la dulzura cuando es amorosa- nunca empalaga. Igual que  el azúcar, empalaga si está procesada, jamás cuando es natural. Empalaga la dulzura fingida.

Ama sin dudas, sin celos, sin desconfianza. El amor no es un estado para cobardes: siempre implica riesgos.  Un amor autolimitado no vale la pena, en ninguna de sus dimensiones. Si te genera dudas, celos o desconfianza, eso que estás sintiendo no es amor. O está contaminado: hay que purificarlo.

Oye con oídos abiertos a la verdad: la verdad siempre se manifiesta a sí misma cuando uno está dispuesto a escucharla. El problema nunca es lo que otros dicen, sino lo que se quiere escuchar,  el estar dispuestos a escuchar a medias. Y se escucha a medias cuando sólo se escuchan las palabras, sin su contexto. Un buen escuchador –a la larga o a la corta- sabe ver lo verdadero aún en medio de la falsedad.

 Y sé mujer: las muñecas no sienten, no piensan, no viven. Que nadie te haga creer que se es más y mejor mujer viviendo a medias. Que nadie te haga creer que hay un modo de serlo: descubrí tu propia manera de ser mujer. Y vivíla plenamente. Nadie puede ser más mujer que vos, a tu propia manera.
 
Viviana Taylor